El Parque Nacional del Zion fue una de esas muñecas rusa sorpresa que nos dejó uno de los mejores días del viaje hasta ahora. Caminar por el lecho de su río rodeados de tremendos farallones que enmarcan su cañón fue, una experiencia sugerente, que nos trasladó a la época en que los nativos campaban a sus anchas por aquellas tierras cuyos dioses les dejaban compartir con ellos, los espíritus de los que se fueron o los que están por venir y, el resto de las criaturas. Sitio mágico donde los haya y espectacular como dice Dani, todo un descubrimiento al que nuestra amiga, la buena estrella nos guió para disfrutar en un día inmejorable con una temperatura perfecta y con la compañía adecuada, aunque, tengo que deciros que Dani tenía una contractura tremenda que, empeoró muchísimo en los días siguientes, pero que se quedó arrinconada ante tanta belleza y le dejó disfrutar porque, era muy difícil no hacerlo, lo hicimo, COMO NIÑOS.
Eso es, de momento, de lo que más me está llenando del viaje, volver a conectar con nuestro sano, creativo, revoltoso, ingenuo y despierto NIÑO/A INTERIOR. En lugar de aprender a hacernos adultos, eso termina siendo inevitable, deberíamos aprender a no dejar de ser niños/as nunca.
Qué bonito todo ! y se os ve cada día mejor. Un besito. Escarola
ResponderEliminarBuenas!!!!
ResponderEliminarNso gusta mucho vuestra página y el nombre del blog muy acertado!!!!
No perdáis nunca el niño/a interior.
Me ha gustado ;)
Os seguimos
Saludos
Núria y Ramon